Mi amiga Renata, una Costilla de Adán y unas botas blancas. Ese día andaba con mi cámara analógica y un rollito blanco y negro que combinaba perfecto con el anacronismo de esas botas blancas que parecían de otra época y lugar. La terraza y el viejo lavadero que ya nadie usa, lleno de polvo y telarañas, agregaron su encanto para esta sesión de retratos. Cuando cayó el sol, volvimos al departamento y con la Costilla de Adán le pusimos un poquito de verde a tanto gris de la ciudad.